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La cazadora y el lobo

Conoció una vez un lobo a una mujer cazadora de largos cabellos ceniza y ojos cambiantes cada mil horas. Portaba ella serena sonrisa y su risa en la brisa peinaba la mirada del lobo, quien perplejo por aquella muchacha olvidó que pudiera pasar de cazador a presa. Acercó su mano aquella joven casi sin temor a ser mordida, quizás ya sabía que a aquel lobo tenía comiendo de ella sin ofrecer comida. Su tímido y húmedo hocico acercó más con curiosidad que con cautela y fue preso del aroma a flores que emanaba ella. Tornó en cuclillas para arrimar su cara y ver al lobo más de cerca quien quedó exaltado ante tal osadía, mas, muy en contra de lo que parecía, el lobo quedó sometido y por primera vez dejó entre ver la luz color burdeos que emanaba su corazón tras su pecho y sus pupilas. La cazadora acarició su cuerpo cual temblada ansioso por saber sin saber realmente nada y marchó entre brumas y cuervos en bandada. Y allí, sin tenerlo claro, aguardó el lobo a la espera de que aquella estela volviera a brindar tal fulminante mirada.


Y aguardó, pues la joven siempre regresaba, y al lobo más colores rojizos le brotaban. Su pecho pareciera galopar sin necesitar sus patas y aullaba feliz al cielo pues alguien que no esperaba salvó su corazón de morir teñido en negro. Largos paseos hacían olvidar que el lobo era lobo y que aquella muchacha cazaba, tan bonito se sentía esta cercanía que incluso en su falta su corazón no paraba, aún más latía. Más fuerte, más claro, más alto se oía, más brillo emanaba, el lobo no le temía.


Una noche cualquiera. Sentados compartían Luna, el lobo sintió resguardo en sus piernas y descansó entre ellas, tenía ganas de seguir sintiendo el calor de su corazón, pues hacía tiempo que moría y dejaba morir sin amor. Embriagado de tanta paz se dejó llevar por la luz mas cuando sintió caricias abrumado alzó su tez. Se encontraron sus ojos tan cerca que congeló su cuerpo ver tan perfectamente quién era, pero fue capaz ella de apagar sus miedos, y con su cabeza entre las manos, dio tres besos al lobo propiciando un deshielo. La luz del lobo se hizo más fuerte, casi cegando a la cazadora, se paró en dos patas y dejó al descubierto su pecho el cual brillaba aún más ahora. Ella sin temor se acercó y abrazó sin ver qué o a quién enredaba advirtiendo dos brazos que firmes empezaron a arroparla. Sintió un cuerpo desnudo y fuego que no quemaba, dejó de palpar pelaje para entrelazar sus dedos en una melena larga. Atenuó la luz poco a poco, desapareció aquel brillo por el cual no viera, los ojos cambiantes observaron lo que el lobo en verdad era, una joven como tal cual ella lo era.


Noche tras noche la cazadora visitaba al lobo, quien al verla llegar moldeaba su cuerpo en mujer, el ser que llevaba dentro escondido, al que por temor había enjaulado dentro de su dura y gruesa piel. Caricias y besos rasgaban el dolor que alguna vez contuvo a esta muchacha, heridas frías se palpaban, pero la cazadora conseguía aclimatar con tan solo su mirada las cicatrices que a quien ya no era lobo marcaban. Y así, con cada puesta de sol bañando las horas en oro, la joven lobo era más humana y, por ende, menos lobo.


Mas fue una noche como cualquier otra la que dejó marca de por vida al llegar la cazadora con semblante serio y mueca torcida. Una vez más el lobo mujer se hizo y cuando a la cazadora abrazar quiso ésta enterró en su pecho un puñal que hizo brotar sangre de colores negro y rojizo. Se acristalaba entre sus cuerpos uniéndolos en un dolor que nadie quiso, pero la cazadora es cazadora y la muchacha por más que quisiera seguiría siendo un lobo mestizo. La joven lobo tornó sus ojos en un ámbar quebradizo y con dolor y angustia dijo a quien penetraba su alma con un arma de poderoso filo "No era perfecto, así el mundo lo quiso, mas siendo imperfecto el amor que nos profesamos, quiero aún pensarlo, ¿fue amor o fue quimera a tu juicio? yo lo tuve y tengo claro, abrí mi pecho, deshecho y descosido. Nunca fui un ser amado hasta que bebí de tus labios y sentí que me ofrecías lo que siempre se me había negado, ¿por qué ahora me desgarra este amor que por ti tengo?¿Por qué me estas matando y aún siento que te anhelo?". La cazadora era humana, ella también salía lastimada de aquel encuentro, mas qué podía hacer si en sus intentos, por ella misma y por aquel lobo, le fue imposible querer de igual manera, aspiró a su amor a sabiendas que en su saco solo carga cuchillos, cristales y arena. "Lastimarte no fue mi cometido mas no pude evitarlo, pues desperté del sueño que vivía contigo y aún siendo lo vivido un dulce letargo, me olvidé de mí, de mi destino. No me odies lobo mío pues te adoré y te he querido, pero no puedo más que parar nuestro reloj y apuñalarte fue el fin de un ciclo que ya estaba escrito a sabiendas de que solo yo supe leerlo, a sabiendas de que tu nunca lo habrías leído."





Origen de imagen (Fuente):

· Pinterest. Colección de Stella Maris



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